jeudi 10 juin 2010

The lemon tree.

Ella miró por la ventana, otra vez. Era la 1816982 vez que miraba por la ventana aquella tarde. Esperaba encontrar algo, por pequeño que eso fuera: una hoja más caída que otra, una flor mustia, un trozo de césped más hundido...algo, esperaba angustiada una señal. Realmente no sabía a qué esperaba, quizá aquello no eran más que planteamientos estúpidos. Miró otra vez por la ventana y...no vió nada. Otra vez, se dijo y se alejó del cristal como si quemara. Se repetía una y otra vez que la próxima vez que mirara por la ventana sería la última que lo hiciera. Pero mentía siempre, nunca podía resistirse a mirar otra vez, a buscar, a escudriñar de nuevo el siempre perenne paisaje. Volvió a mirar, divisó al fondo del verdoso jardín el limonero, alto e imponente, cual general que gobierna un ejército de pusilánimes rosales y arbustos. Por un momento se dió cuenta que quizá la ventana no fuera el ángulo más adecuado para buscar alguna señal, si es que la había. Entonces, como llamada por una voz interior que decía sin cesar que corriera, bajó como un haz de luz las escaleras, abrió la puerta de aquella casa y salió al jardín. La luz del sol la cegó durante unos instantes, cuando finalmente pudo ver claramente empezó a encaminarse a los pies del limonero. En el trayecto, escrutaba lentamente todos y cada unos de los arbustos y de los rosales, hasta las malas hierbas, casi hoja por hoja. Intentaba fijarse en todos los detalles, sin perder de vista ninguno. Al llegar al limonero recorrió con la mirada todos los limones que permanecían colgados en sus ramas, una peculiar metádora de un suicidio colectivo, grabó en su cabeza. En algún momento de aquella tarde, ya cuando el sol se estaba escondiendo, ella, por fin, descubrió la respuesta al enigma. Fue tan fácil, tan sencillo, que se consideró una estúpida por no haberse dado cuenta antes: en aquel limonero del jardín, de todos los limones que contenía, sólo 2 contínuaban verdes a pesar del avanzado estado de madurez de los demás. Cogió, entonces, aquellos dos limones, y ya en sus manos, como quién obtiene un trofeo, los observó con triunfo y congoja. Y allí, en cada uno de los dos limones había escrito una palabra, una sencilla palabra, para tan complicado enigma. En un limón, el primero, el más pequeño ponía: TE y en el último, el mayor, alguien habia puesto QUIERO.

Hago de todo menos estudiar. Quizá no sea para tanto, al fin y al cabo sólo son 3 exámenes. (O quizá me mienta a mí misma para no sentirme tan culpable).

1 commentaire:

A veces hay cosas que es mejor contarlas.
Sólo por si acaso.