mercredi 28 juillet 2010

Allí.





Todavía puedo recordar a pesar de los años (sin muchas lagunas o puntos negros en la propia historia real), como ella (que no ello) me contó alguna vez, o mejor dicho, se sinceró alguna vez conmigo, contándome cual era aquella pesadilla que la atenazaba desde niña.

La pesadilla, en contra de lo que se pueda llegar a pensar en un primer momento, no tenía nada que ver con ninguna bruja malvada o con un demonio o ser diabólico. Nada que ver. La pesadilla era pues, en sí, una simple sensación que se había mantenido en el fondo de su memoria durante años y años. Esta sensación se repetía algunas noches, en la soledad del cuarto oscuro de la casa de ella (ahora también de él) donde solía revelar las fotografías. Me había contado como simplemente con entrar en aquella habitación la sensación aparecía de repente, como una llamarada de energía potente y aplastante. Un plaf! demoledor. Un plaf! terrorífico.

Un plaf! de agobio. Un agobio jodidamente jodido. Un agobio. Plaf!. Un agobio feo. ¿Acaso hay agobios bonitos?. Quizá sí. O no. El agobio producido en la mente y el cuerpo de ella hacía que aquellas sensaciones bonitas (maravillosas a veces) se minimizaran hasta límites insospechados, sus sueños se aplastaran, los deseos desaparecieran. Lo único que quedaba en ella durante esta sensación era un pesismismo ruín y gigante. Que todo iba a salir mal. Mejor, todo saldría mal. Fijo. Esta sensación se producía muchas veces en todos los años que habían pasado después de que ella la sintiera por primera vez. Esta primera vez había sido con 14 años. En su pueblo. La causa del agobio. Un agobio claustrofóbico. Por salir de allí. Por volar (como un pájaro). Para poder ver un mundo fuera de aquel. Aquel reciento vedado y deprimente. Deprimente siempre. Allí nunca creció ni crecería jamás un flor. Nada. Nunca. Mundo hostil para la naturaleza. Para la vida. Lleno de lenguas viperínas. De absurdos cotilleos. De insultos. De reproches. Todos para ello. Por ser así como ella quería ser. Diferente. Nada más. Agobio al pensar en aquel lugar. Donde no prentendía volver. Permanecería siempre al lado de él. Ello. En un lugar libre. Donde hubiera un jardín. Con flores.



Agobio. Al pensar que sigo aquí, sin poder marcharme.

¿Hasta cuándo?.



2 commentaires:

A veces hay cosas que es mejor contarlas.
Sólo por si acaso.