dimanche 19 septembre 2010

La almohada tiene todas las respuestas (o no).

Y tuvo que tirar de la funda nórdica blanca varias veces hasta conseguir arroparse hasta el cuello. Debido a la (in)comodidad de dormir acompañada aquella noche. De pelearse por las sábanas. De esbozar bostezos contínuos durante la guerra de posiciones. Y de contraataques. Él se movió desde el lado contínuo de la cama. Reclamando su perdido trozo de edredón. Murmurando palabros incomprensibles. Llenos de sílabas llenas. Y de frases vacías. Doce segundos después ella se dió por vencida. El despertador no llegó a sonar aquella mañana. Ella lo paró antes. Mientras se ponía las medias pensó en las (in)necesarias peleas matutinas por su trozo de espacio. Y pensó amargamente que quizá era lo único que hacían juntos. Pelearse por su trozo de cama. Pues todo se había desvanecido entre ellos. Desde las ilusiones hasta los recuerdos mutuos. Hasta los sueños. Quizá estuvieran escondidos debajo de la almohada. Reclamando también su sitio allí. Pensó, mientras se subía la falda de lunares azul marino, que quizá debería buscarlos cuando volviera. Tal vez sería tan fácil como buscarlos. Pero, ¿qué pasaba si no estaban allí?. ¿Dónde buscarlos?. ¿En otra cama quizá?. ¿En otro hombre?. Lloró silenciosamente pensando si él ya habría buscando sus sueños en otra cama. En otra mujer. Quizá debía preguntárselo. O quizá debería buscar las señales en su lado de la almohada. Restos secos de carmín rojo, quizás. O olor a otra colonia no conocida. De mujer. Sensual y cargada. Buscar mensajes en su móvil. O llamadas en las que nunca ella debió estar presente. Pensó en todo lo que debía a hacer al volver a casa. Y en lo que no haría. No iba a salir aquel día. Volvió a meterse en la cama. Vestida, con las medias y la falda puestas. Dando un tirón al edredón y volviéndose a arropar hasta el cuello. Reclamando un sitio que le pertenecía. Por ahora.

Un trocito de edredón aquí. Gracias.

1 commentaire:

A veces hay cosas que es mejor contarlas.
Sólo por si acaso.