lundi 6 septembre 2010

-Mami, ¿y las capas para volar dónde se compran?.


La ciudad huía de la efervescencia. De los cometas y planetas solares que giraban alrededor de ella. De las estrellas que se colapsaban a su lado. De los puntos de luz que tenía como ojos. Del brillo de sus labios. De la sonrisa de su mirada. Huían los transehúntes por miedo a encontrarse con ella. Por miedo a que su luz los hiciera caer al precipicio de los corazones rotos y las almas angustiadas. Por miedo a que ella se fuera y no volviera. Por miedo a que ella cayera y no se levantara nunca. Jamás. Andaba por las calles como un héroe buscando su próxima azaña. Irradiando inspiración y entusiasmo. Algo que no sobraba. Algo que solía faltar allí. Seguía llevando su capa de flores al cuello, veinticinco horas, trece minutos y cincuenta y ocho segundos después de su encuentro con el hombre que corría tras el viento. Después de correr ella misma. Después de encontrarse cara a cara con la felicidad y el amor rojo. El muchacho iba detrás de ella, doce pasos detrás. Llevaba la camisa abierta y había abandonado la corbata, la chaqueta y el maletín. Llevaba su capa de color grana al cuello, también. Ella se giró, lo miró y supo que si alguna vez alguien había descrito al primer hombre que pisó la tierra llegando desde algún planeta extraño y frío, sería como él. Total y rotundamente sería como él. Estaba segura. Plenamente. Tendría esa misma cara de extupefacto, de perdido, de solitario, de alma húmeda y cerebro bohemio. De él. En sí mismo. Siguieron andando. El viento volvía susurrrar palabras desconcertantes. Ellos volvieron a correr. Detrás del viento. Cada vez más rápido. Se cojieron de la mano. Siguieron corriendo. Cada vez más rápido. Kilómetros se hundían bajo sus pies. Atravesaron el centro de la ciudad, corriendo. Más rápido. Más. Más. Y más. Ella sintió flotar. Sintió que abandonaba el suelo. La felicidad la aplastaba. La hacía niña de nuevo. La sentía llorar, pr dentro. De alegría. De sentirse acompañada después de tanto tiempo. Por fin estaba rodeada de una persona, no de gente. Seguía flotando. Se alejaban ambos del suelo. Él no parecía sorprendido. Pensó que era un sueño. Se pellizcó la tripa. No era un sueño. Volaba. Su corazón rojo tenía alas. Y iba de la mano. Una niña con trenzas pelirrojas y pecas revoloteando por su nariz le preguntó a su madre: -Mami, ¿y las capas para volar dónde se compran?, la madre la ignoró, pensando que clase de ocurrencias tenía su hija. Invisibles eran ante el mundo cruel. Ante la ignorancia de la vida perdida y los corazones rojos. Ante la fantasía y lo bonito. Ante el amor (al fin y al cabo, oigan).
Alguien se aburre demasiado y se ha puesto a pinchar "Aburrido" en todos mis post... ¡Ya tengo detractores! (Detractores míos, os recuerdo que si queréis ponerme un comentario como anónimo estará bien recibido, así podréis contarme que os parece tan aburrido de mis historias). Un beso, majos.

6 commentaires:

  1. me encanta el post y tu blog! te seguimos!!

    Pasate por el nuestro y si te gusta, siguenos!!

    www.sickbytrend.blogspot.com

    xx

    sBt

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  2. ohh me encanta tu blog!me parece original!!te sigo

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  3. Las trenzas son geniales y más si son pelirrojas (:

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  4. En 58 segundos, da tiempo de que cambie tu vida :)

    Por cierto, qué afortunada eres, que ya tienes anónimos!!Estás en el buen camino ;P

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A veces hay cosas que es mejor contarlas.
Sólo por si acaso.