Nubes viejas. Se le escapan las golondrinas de la abertura izquierda de la cabeza. Revolotean encima. Se despiden. Adiós, hasta pronto. Se le consumen los huesos con la lluvia. Llora. Demasiado. Ella no quiere que se le vayan los pájaros tan lejos. Son sus golodrinas, jopetas. Intenta alcanzarlas con las puntas de los dedos. Se pone de puntillas. El viento le hace cosquillas. Se tambalea y cae en el charco. Las golondrinas vuelan cada vez más alto. Ella llora. Entonces llega el chicoalto y le coje la golondrina azul, la que volaba más bajo. Y la vuelve a encerrar en su cabeza. Ella sonríe. Sale el sol. Yo me llamo cielo, ¿y tú? pregunta. El chicoalto se va y la deja con los suspiros en la garganta.
¿Preguntas para la niñacielo?
Me gusta mucho como escribes.
RépondreSupprimerDe verdad.
no se pueden encerrar a los pájaros. no se puede. lloriquean, se ponen pesados, se hieren. tienes que dejarlos salir y que paseen, que floten, que jueguen entre ellos o con el viento raro del domingo. eso hago yo.
RépondreSupprimer(he encontrado un mantel fantástico
para nuestro picnic)