jeudi 16 décembre 2010

Los días de otoño de Anna.

Recuerdo como se alisaba la falda Anna los días de otoño. Llevaba su pelo rojo recogido en una gruesa trenza que le llegaba a la cintura. Una camiseta de rayas horizontales azules (siempre azules) y su perenne falda de flores (siempre de flores). Se sentaba en el tronco del árbol, cerraba sus ojos de océano y miraba de cara al sol. A menudo los rayos se propagaban en su rostro de manera que me parecían ver los caleidoscopios en sus mejillas. Aquellos viejos caleidoscopios que ella dibujaba en mis retinas cuando se aburría. Aquellos caleidoscopios que me habían ello amarla como la amaba. Demasiado fuerte incluso para ambos. A menudo, cuando íbamos al bosque y ella se sentaba en su árbol, los días se me hacían demasiado cortos. El sol se iba demasiado temprano y sus mejillas no se llenaban de tantas pecas como a mí me gustaba. Cuando era verano y pasábamos días enteros sentados allí, su cuerpo se llenaba de puntitos anaranjados que la hacían ser, si cabe, todavía más guapa. Un día bueno podía tener casi trescientas por todo el cuerpo. Y cuando Anna estaba contenta se ponían muy juntitas todas y se abrazaban, haciendo que su cuerpo adquiriera una dulce tonalidad rojiza, como si fuera un melocotón maduro en toda ella. Ella sonreía sin pensar cuánto tiempo pasaríamos sin vernos. Sin que yo viera más como se alisaba la falda los días de otoño. Mientras contaba una por una las pecas de sus clavículas. Todas rojizas.

5 commentaires:

  1. que texto mas dulce, con pecas rojizas incluidas!:)
    muah

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  2. pues anna se llevaría muy bien con margot, le gustan mucho las pecas :)

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  3. ¡Quiero ver como son las tardes de invierno de Anna, porque las de otoño son encantadoras!


    (te dejo terrones de azúcar
    para que tengas dulces sueños)

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  4. Acabo de descubrir tu blog y me ha encantado leer tus textos... :)

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Sólo por si acaso.