vendredi 24 décembre 2010

Los regalos nunca llaman a la puerta.

Esperaba de cara a la puerta. Con la ilusión puesta el pestillo de color bronce, ya muy gastado, que permanecía impune a los acontecimientos, como riéndose de ella. Bostezaba a menudo desde que el reloj había dado las once, acostumbrada a irse a la cama temprano. La barriga le dolía a horrores, reclamaba el próximo vaso de leche de luciérnagas con galletas. Dormitaba en el suelo esperando la señal concreta. Un ruido de hojas, del viento, del no se qué. Un tac, tac en la puerta. Un algo. Ni tan siquiera sabía lo que esperaba. Y eso le ponía furiosa. Hacía que apretara sus puños con fuerza, como si toda la culpa la tuvieran ellos. Éstos se quejaban y gruñían, todavía despiertos chirriando desesperanzas. No había vida más aburrida que la de esperar algo. Ni más triste que la de saber que aquello que esperas nunca pasará. Pero ella firme en su convicción. A pesar del frío, del sueño y del hambre. Esperaba su regalo de Navidad. Un abrazo caluroso en las mejillas. Sólo eso.
Feliz navidad.
Sólo eso.

1 commentaire:

A veces hay cosas que es mejor contarlas.
Sólo por si acaso.