jeudi 21 octobre 2010

Trigonometría en las pecas de tu espalda- dijo él.



Miraba al vacío. Mientras, Pete contaba sus pecas. Lo hacía despacito. Tanto, tanto, que en once horas sólo había avanzado la longitud de dos vértebras y media. La luz se filtraba demasiado clara al pasar por las cortinas blancas y hacía que ella tuviera que cerrar los ojos de vez en cuando y quejándose continuamente. Mientras miraba las sombras llenas de luz cruel pensaba en Daniel. En su carta. La última hasta el momento. La más dura. La peor. En la que había dejado claro que necesitaba saber dónde estaba Olvido. Y si no moriría de pena. De ahogo intenso. De inundación ficticia. Necesitaba saber el paradero de su mujer, novia, y a veces (sólo a veces) amante. Necesitaba saber si seguía viva. Si seguía esperando encontrar la respuesta a las preguntas insoldables por el destino macabro de la soledad. Y ella, Anna, lo sabía. Y había jurado no decírselo a nadie. Ni a él. Ni tan siquiera si él moría sin saber la respuesta. De ninguna manera. Y eso atormentaba sus entrañas. Hacía que respirar supusiera una dificultad oblicua. No sabía decidir. ¿A quién salvar?. A la huidiza de Olvido. O al solitario de Daniel. A los dos era imposible. Se matarían ellos mismos con sólo mirarse una vez más. Había entre ellos demasiadas cosas que no se habían aclarado y se habían apilado escribiéndose en libros sucios y llenos de tachones. Demasiadas promesas rotas. Demasiadas camas llenas en sábados de astío. Demasiado amor cruel. Demasiado fuerte. A su espalda, con la sábana blanca rozando sus pálidas rodillas, estaba Pete. Llevaba en aquella misma posición once horas y parecía no cansarse. Ella tampoco. Él dibujaba lineas de puntos suspensivos sobre su piel. Luego las unía y formaba triángulos y rectángulos. Calculaba el área de éstos. Luego la cantidad de pecas que había en sus límites. Su tamaño. Color. Posición. Lo apuntaba todo en su Moleskine verde. A veces hacía un par de cuentas con la calculadora de su padre. Otras, contaba con los dedos. A menudo se paraba y pronunciaba el resultado de la calculadora. Esperaba que ella se quedara estupefacta o asombrada. No lo conseguía. Anna tampoco entendía la relación de Pete con ella. Permanecer al lado de alguien que sabes que nunca te querrá. Saborear sus párpados sabiendo que nunca serán tuyos. Contar sus pecas. Alabarlas. "Trigonometría en tu espalda" dijo alguna vez.Teniendo a ciencia cierta constancia que Anna nunca le amará. Pero él sigue ahí. Contando sus pecas una por una. Pensando que quizá un día ella aprenda a querer tanto como él. Un día en el que las pecas de su espalda dibujen su nombre. Quizá antes de que Daniel muera. Seguramente después. ¿Sería el lago lo suficientemente profundo?.


1 commentaire:

  1. las mejores cuentas son las que se hacen con los dedos. y las pecas de la espalda, mis favoritas. porque no te las ves, porque es un descubrimiento cada vez que se atisban en el espejo. puede.



    (a mi elefante y a mí
    nos gusta visitarte.
    mucho. y esto no
    se lo decimos a
    cualquiera, ¿eh?)

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A veces hay cosas que es mejor contarlas.
Sólo por si acaso.