lundi 1 novembre 2010

La niña del satélite en la cabeza.


Ella tenía un satélite de color rojo que estaba cojo y no volaba pegado a la cabeza. Era como una antena parabólica en miniatura, con ramificaciones a sus lados. Lo usaba en invierno y se lo quitaba en verano para que no se achicharrara. Tenía que tener cuidado al pasar por las puertas para que sus antenas no se dieran y se rompieran. Eran muy delicadas. En Navidad y fiestas de guardar lo decoraba con adornos navideños, con alguna calabaza o con algún envoltorio de patos. A menudo la gente le preguntaba que qué narices hacía con una satélite pegado a la cabeza. Ella se excusaba diciendo que la soledad la había atado tanto los domingos que un día, con una red de cazar mariposas había salido por el bosque (la colina de ahí arriba) para cazar a alguien que le hiciera compañia. Lo único que había encontrado aquella tarde era un satélite roto que moría lentamente. Le dió pena porque moriría sólo y lo adoptó. Ahora se complementaban mutuamente. El satélite le anunciaba si iba a llover o no y ella le alimentaba a base galletas de jenjibre y le ponía tiritas cuando se hacía pupa de tanto rozar contra los marcos de las puertas. Incluso, algunas veces, cuando no había nubes y todo eran claros y colores bonitos, el satélite se ponía contento e irradiaba felicidad por sus antenas y la anunciaba si los corazones de los niños de alrededor chocaban con fuerza contra sus costillas y ella podía, entonces, ir a enamorarlos rauda y veloz. O a darlos piruletas.

5 commentaires:

  1. ¿Qué tienen las antenas que las hace tan poéticas? Yo disfruto desde hace años de esas azoteas en las que las todas las antenas juntas y entrelazadas se convierten en tipografía oriental. Para muestra, un botón, próximamente.
    Gracias por la inspiración. Me encanta lo que escribes.

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  2. ¡Qué chica tan encantadora!

    (beso
    y galletas
    de limón)

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  3. Pandora conoció a ese satélite hace tiempo, en uno de sus viajes estelares. trató de arreglarlo para que siguiera en órbita, le dio abrazos reconfortantes e incluso bocadillos de atún, pero no sirvió de nada. se alegra de que, aunque ya no esté girando en el espacio, al menos tenga quien le hace compañía y cosquillas los domingos.

    dile que lo quiera mucho, mucho.

    (media sonrisa y una capa
    de viaje, para que te vayas
    a donde te apetezca)

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  4. guau que textos mas buenos tienes :) me voy a pasar mas a menudo por aquí
    xx

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A veces hay cosas que es mejor contarlas.
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