jeudi 9 décembre 2010

De cómo las cosas se pusieron feas.

Cogió la botella de leche. Corría de punta a punta de la habitación sin parar. El duende de jardín le miraba los dedos de los pies, manchados. Gruñía bajito.
-Vas a mancharme la alfombra - dijo el gnomo.
Pero ella no escuchaba. Se mordía las uñas. Se hacía sangre en las puntas de los dedos. Lloraba de ansiedad. Gritaba a veces. Estaba estupefacta de alegría contenida. Sus mejillas se habían puesto rojas. Sus pecas saltaban de felicidad. Los párpados susurraban chistes. Sus clavículas dolían del estrés. Y saltaba y saltaba de un lado a otro de la diminuta habitacíon. Esperaba impaciente el momento preciso. Ojeaba por la ventana el mundo sin rechistar. Le hacía daño pensar en la suerte.
-¡Ay! - gritó la niña de las trenzas a la vez que apartaba sus pies del suelo un ratito.
Y la última botella de leche de luciérnaga brillante del otoño se le cayó al suelo.
¿Preguntas para la niña de las trenzas?
El gnomo me ha ayudado con las fotos, que conste.

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