mardi 7 décembre 2010

Qué le vamos a hacer.




A menudo lloraba en la bañera. Tan a menudo que las lágrimas se solían quedar pegadas a la porcelana y luego no había mano que las pudiera quitar. Se secaba las lágrimas con la toalla de baño que había al lado del grifo. Sólo cuando Pete la escuchaba después de la puerta. Ella sabía que él la espiaba. Se oía su respiración fuerte y monótona al otro lado. Muchas veces le oía llorar a él también. Gimiendo desesperado para que el dolor se acabara de una vez. Para que ella volviera salir del baño y todo volviera ser lo mismo de antes. Pete solía quitarse el jersey de lana blanco y lo pasaba un poquito por debajo de la puerta, para que ella tuviera algo más suavito con lo que secarse las esperanzas. Los domingos, cuando ella empezaba a llorar hecha un bultito en la bañera, Pete pegaba la oreja a la puerta fría del baño y comenzaba a desear para que ella parara a tiempo. Cuando no le daba tiempo a desearlo lo suficientemente fuerte el baño se inundaba de sal y de agua y tenía que llamar al fontanero para que la sacara de allí. Cuando salía, varias horas después, llevaba las botas de agua puestas y el agua le llegaba a la barbilla. Siempre había dicho que era de lágrima fácil.
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Me he hecho un flickr bonito bonito.

1 commentaire:

  1. Anda, otra personainundación.
    (lo mejor en estos casos, y te lo dice Anabel, que ella de inundaciones sabe mucho, es cambiar la bañera por una ducha rápida y el secado de después por un par de brazos fuertes)

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A veces hay cosas que es mejor contarlas.
Sólo por si acaso.