Y son los sábados que se parecen sospechosamente a los domingos por la tarde. A aquellos melancólicos domingos. Como si se hubiera duplicado. Como si ahora ocupara todo el (fin)de semana.
Y la lluvia cayera a su merced. Empañándome el corazón de gotas de lluvia. De vapor de agua. Hay cosas que sólo merecen ser contadas en blanco y negro. No hay fotos que tengan color expresando los sentimientos. Sólo puedes hacer fotos vacías cuando te sientes vacío por dentro. Y es entonces cuando usas la bicoloridad. Y ahora. Hoy. Sábado o domingo. Hoy todo es blanco. Hoy es, demasiado, demasiado, demasiado negro. El des(dolor) ha avanzado y ahora se ha asentado en mis clavículas. Y no quiere irse. Le gusta el lugar. Al lado de la garganta rasguñada por los resfriados del otoño. Se hacen compañía. Me parece bien.
Me gusta que llueva. Pero me gusta que llueva y estar yo saltando bajo la ésta, no toda una tarde como domingo.
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